Como Billy Hayes en ‘El expreso de medianoche’ pero con un souvenir en lugar de hachís. El Billy Hayes español se llama Ginés Pérez, un valenciano que se ha pasado 40 días encerrado en la prisión turca de Antalya, una pequeña ciudad en la costa mediterránea del suroeste de Turquía. Su delito comprar un regalo que resultó ser una piedra con más de 100 años de historia.
La ley turca prohíbe exportar bienes de interés cultural y antigüedades de más de cien años. Recuerda nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores en su página web que entran en esa «categoría objetos y antigüedades aparentemente de escaso valor».
Ginés no leyó la web. El pasado 23 de abril viajaba a Antalya junto a su mujer. Regalo del Círculo de Lectores. Una semana de turismo. Un día antes de regresar a España aprovecharon dos horas libres para comprar recuerdos para la familia. Ginés eligió un trozo de piedra con unos grabados que vendía un joven en la calle, sobre una alfombra. «Seguramente si veo ahora esa piedra en el suelo ni la cojo, pero en el momento me pareció curioso», recuerda ahora. «No era ni bonita, pero los turistas somos así».
Pasó 28 horas en el aeropuerto, cinco minutos de juicio y 40 días atrapado en la prisión de Antalya
Diez euros y piedra a la maleta. El jueves 30 de abril Ginés y esposa llegan al aeropuerto de Antalya pero el escáner detecta algo. El matrimonio valenciano no se aclara con la seguridad de la terminal hasta que aparece la piedra e interviene un traductor de la agencia de viajes. La mujer de Ginés vuela rumbo a Valencia para no perder el billete pero él se queda en Turquía para aclarar el asunto.
Una hora después un técnico consultado por el aeropuerto confirma que la pieza tiene más de 100 años. Delito a la vista. A Ginés le esperan 28 horas encerrado en un cuarto del aeropuerto, un juicio de cinco minutos y 40 días atrapado en la prisión, 29 de ellos sin noticias de su familia.
«Llegué a la cárcel sin ropa, sin teléfono… No pude llamar a mi familia por la lentitud en los trámites del consulado y me pasé 29 días sin saber nada de nadie», relata ya desde Valencia.
En la cárcel de Antalya -«cero higiene», aclara- compartió módulo con otros 20 presos extranjeros. «Cuando eran más, dormían en el suelo». Violadores, ladrones y traficantes que se convirtieron en sus mejores socios. «Parece increíble pero eran buena gente, ellos me dieron su ropa», cuenta. «Sólo te preguntan ‘name’, ‘country’ y ‘problem'». Dos días después de su ingreso llegó un francés con el mismo ‘problem’. Otra piedra antigua.
«La experiencia en prisión fue terrible. Teníamos dos horas de agua caliente por la mañana para todos los presos, sólo una visita al doctor a la semana y si enfermabas otro día no había doctor. Se compraba los jueves; yo llegué un viernes y no tuve nada en una semana. La comida nos llegaba en una olla que nos facilitaban por un agujero. Incomestible. Opté por no comer».
Ginés, con diez kilos menos, volvió a juicio el pasado 9 de junio. Se enfrentaba a una posible pena entre 5 y 10 años de cárcel por «tráfico de antigüedades». Esta vez, la juez si entendió que sólo era un turista. Quedó libre, sin cargos ni fianza. También sin piedra. «No la quiero ni ver», bromea. Tampoco a Turquí. «Puedes estar seguro de que no volveré».