Dos investigadores de la Indiana University y el Regenstrief Institute (ambos, en EEUU) se han dedicado a investigar el origen de varios mitos bien asentados entre la población general, aunque no tienen base científica.
El resultado, un artículo publicado hoy en British Medical Journal, echa por tierra mitos como el del crecimiento de las uñas y el pelo tras la muerte. La base de datos médica Medline y el buscador Google son las principales herramientas empleadas por los autores.
1. Hay que beber 8 vasos de agua al día
El consejo de beber al menos ocho vasos de agua al día está tan extendido que es difícil hallar su origen. Según el estudio publicado hoy, se puede remontar a 1945, fecha en que se publicó la siguiente recomendación: «Una cantidad conveniente de agua para los adultos es de 2,5 litros al día en la mayoría de los casos. Una medida ordinaria para las personas es un mililitro por caloría de alimentos. La mayor parte del agua necesaria se incluye en las comidas cocinadas».
Si se ignora la última frase, el consejo puede confundirse con la necesidad de beber ochos vasos de agua al día. Un estudio publicado en American Journal of Physiology comprobó la falta de evidencia científica de esta recomendación. Es más, el consumo excesivo de agua puede ser peligroso y llevar a intoxicación, hiponatremia (poco sodio en la sangre) e, incluso, la muerte.
2. Sólo se usa el 10% del cerebro
La creencia de que el ser humano sólo utiliza un 10% de su cerebro ha persistido durante un siglo, a pesar de los avances considerables de la neurociencia.
El profesor de la Simon Fraser University Barry Beyer- Stein ha estudiado el origen de este mito y la evidencia que lo desmonta. La creencia se propagó por varias fuentes para llamar la atención sobre las posibilidades de la auto-mejora y fomentar las habilidades latentes de las personas.
Sin embargo, las evidencias provenientes de estudios sobre el daño cerebral, así como las pruebas de diagnóstico por imagen hechas en este órgano, desvelan que las personas usan mucho más del 10% del mismo. De hecho, el daño a casi cada área del cerebro afecta a las capacidades mentales, vegetativas y de comportamiento humano, lo que demuestra que ninguna parte del cerebro está completamente inactiva.
3. El pelo y las uñas crecen tras la muerte
Es uno de los mitos más morbosos y más extendidos. A su difusión pudo contribuir la famosa novela adaptada al cine Sin novedad en el frente, en la que el escritor Erich Maria Remarque describe el crecimiento en forma de hélice de un amigo suyo después de enterrado.
Según el antropólogo forense de la Universidad de Florida William Maples «se trata de una imagen muy poderosa, pero es un espejismo». Este mito se basa en un fenómeno biológico que sí se da tras la muerte.
La deshidratación del cuerpo hace que la piel seca se retraiga alrededor del pelo y de las uñas, lo que puede crear la apariencia de un aumento de longitud o prominencia de estas estructuras de queratina, debido sobre todo al contraste.
Sin embargo, el crecimiento de la piel y las uñas requiere de una compleja regulación hormonal, que no se sostiene después de la muerte.
4. Leer con poca luz arruina la vista
La idea de que leer con una luz tenue puede ser perjudicial para la vista puede tener su origen en la experiencia de sentir fatiga visual, ya que cuando la luz no es la adecuada, puede tenerse la sensación de que existen dificultades para enfocar correctamente.
Además, en tales circunstancias se reduce la tasa de parpadeos, lo que provoca cierta incomodidad, debido a que los ojos se resecan. Sin embargo, tal como destacan los científicos, lo cierto del asunto es que estos efectos no son en ningún caso persistentes.
Según la mayoría de los oftalmólogos, leer bajo una luz débil no daña los ojos, ya que, aunque puede provocar fatiga visual, no es probable que sea responsable de causar un cambio permanente en el funcionamiento o estructura oculares. Incluso en pacientes con enfermedades oculares, la fatiga visual causada al leer remite al dejar el libro.
5. El pelo crece más fuerte tras afeitarse
La creencia, bastante extendida, de que el cabello vuelve a crecer más rápido, fuerte y oscuro tras afeitarse tampoco puede sostenerse, según las evidencias científicas disponibles, aunque se trata de una idea reforzada por la propia percepción sobre la velocidad a la que parece crecer el vello corporal.
Ya en 1928, un ensayo clínico demostró que el hecho de afeitarse no tenía ningún efecto sobre el crecimiento posterior del pelo. Estudios más recientes han reforzado esta hipótesis, en el sentido de que, tras un afeitado, ni el grosor ni la velocidad de crecimiento del pelo se ven afectados.
De hecho, durante el afeitado se elimina la parte muerta del cabello y no la sección viva, que se mantiene bajo la piel. Lo que sí es cierto es que el pelo cortado no tiene el extremo tan fino como antes del afeitado y que su color es más oscuro porque aún no le ha dado el sol.
6. El peligro del móvil en los hospitales
Aunque muchos hospitales prohiben el uso de teléfonos móviles en sus instalaciones, ante el temor de que puedan interferir en el funcionamiento de aparatos, sobre todo en unidades de cuidados intensivos, existen pocas evidencias que justifiquen estas medidas.
Estudios recientes realizados en Reino Unido han demostrado que los móviles causan interferencias en un 4% de los dispositivos y sólo a una distancia inferior a un metro. Además, sólo en un 0,1% de los casos se registran daños graves.
Hay que tener en cuenta que las mejoras técnicas registradas en los últimos tiempos han permitido reducir incluso los más mínimos efectos. Otros estudios señalan incluso que el uso de teléfonos móviles por parte de médicos reduce el riesgo de errores clínicos provocados por falta de comunicación.