En casa de la mítica curandera Mak Erot, conocida en toda Indonesia por sus poderes sobrenaturales para alargar los órganos sexuales, tres penes de madera descansan sobre un tapiz de oración, dejando al visitante la elección del tamaño que desea conseguir.
No se sabe si Mak Erot es nonagenaria o centenaria, ni si está viva o muerta. Lo más probable es que esta druida javanesa haya muerto hace años, pero su leyenda tiene tanta fuerza, en un archipiélago impregnado de magia negra, que muchos juran que vive.
Cabe decir que esta mujer de rostro surcado por arrugas y enmarcado por un gorro tejido a mano, generó tal cantidad de discípulos, y le salieron tantos imitadores en Indonesia, que uno se pierde en una red de seudoexpertos. Para ir a la aldea de Caringin (suroeste de Java), la de Mak Erot, hay que salirse de una carretera en zigzag que bordea el océano Índico para tomar un sendero pedregoso. Después de dos kilómetros de traqueteo en motocicleta, el visitante llega a una casa blanca.
Como no podía ser de otra manera, la curandera está ausente. «Mak Erot se fue a abrir un despacho en Medan (norte de Sumatra)», afirma un joven que lleva puesto el tradicional bonete musulmán. «Sigue igual de bien. Todavía consigue caminar», cuenta.
El anfitrión dice ser su nieto y heredar las facultades esotéricas de su abuela, célebre por su farmacopea de plantas raras. «Personas del mundo entero vienen aquí, de los países árabes, de China, de Singapur, de Corea, de Malasia, de Taiwán», explica Haji Baban. «Quieren remedios contra la impotencia o la eyaculación precoz, piden un sexo más largo o un glande más grueso», agrega.
La consulta con Haji Baban guarda cierto parecido con una misa negra. Sentado en penumbra, el paciente, vestido con traje, explica lo que quiere frente a unas varas de madera de varios diámetros de espesor y con forma de pene. En seguida cae el diagnóstico, en silencio. Este día el paciente está dotado de un falo «bastante mediano, menor que el de los alemanes». Se le propone una prolongación de seis centímetros.
Para conseguirlo tendrá que comer y beber productos inexistentes en el supermercado durante diez días. La primera toma la hace allí mismo. Consiste en tres bayas amargas, que traga con corteza incluida, y una decocción amarronada. Un asistente le ofrece luego un tubo de bambú que contiene arroz pegajoso con leche de coco, un preparado que ha de engullir para evitar un terrible dolor genital, o eso le dicen.
El candidato al largo pene promete seguir las instrucciones al pie de la letra y aplicarse cada día un aceite especial antes de acostarse, además de abstenerse de consumir plátanos verdes y de beber licor de corteza de limón. El tratamiento cotidiano le costará entre 70 y 100 dólares, una fortuna en Indonesia.
Me encantan los hombres ya quiero uno