Os dejo esta entrevista a este pedazo de artista como es Joaquín Reyes. Que la disfrutéis:
Hay dos formas de escribir este relato: una es hacerlo sólo apto para chanantes, esa nueva especie de humanoides perplejos, divertidos y encariñados con este joven cómico de culto. Y otra, para los que no saben nada de viejunos ni gañanes, pero quieren comprender cómo Joaquín Reyes ha logrado atrapar la fidelidad de más de 600.000 seguidores, en televisión o en Internet, con un humor casi incomprensible. También vamos a intentarlo.
No había más remedio que elegir un manchego para comer con este hombre que ha convertido a personajes como Ahmadineyad, Gaddafi o el cantante Bono en albaceteños de pura cepa. ͉l no se mete en los famosos, al estilo de los imitadores clásicos, sino que son ellos los que se meten en él y adoptan su acentico, sus burradas y un sentido absurdo de la vida. Por eso elegimos el restaurante Duelos y Quebrantos, que promete en Internet una buena bacanal manchega. «Yo quería comer atascaburras», me intenta convencer. Pero es martes, y aquí sólo hay menú del día, ni rastro del Quijote.
Reyes, de 32 años, ha llegado tarde y empapado, y sólo esa fila de dientes desiguales que asoma en su sonrisa le hace reconocible y le identifica con sus caracterizaciones de Tita Cervera, Ferran AdriÍ o el cineasta Lars von Trier. Elige a sus personajes, primero, porque le suscitan cariño y, segundo, por la novedad, por lo desconocido, por retar al espectador. Con Von Trier tal vez se pasó, ríe, «muchos fans ni le conocían, y algunos se pusieron mohínos».
Reyes almuerza a gusto su arroz con calamares y ternera mientras suena música disco e ironiza: «¡Hasta los manteles son manchegos!» [no hay ni uno].
Es su última gracia. Porque empieza a ponerse serio, y cuando Joaquín Reyes se pone serio, aparece un hombre casero, padre responsable, crítico con su generación Peter Pan y enemigo de un Internet «que emite radiaciones».
-Esto no hay quien se lo crea.
-Es verdad, hay algo muy triste en la gente que busca amigos por Internet. Yo sólo lo uso para trabajar. Me gusta leer en papel, bajar a la tienda y ver a la gente.
¿Un nuevo personaje a la mesa o realidad? «Muchos confunden la persona con el personaje».
Hijo y nieto de maestros, menor de tres hermanos, aprendió a usar la palabra para reír de la mano de su padre -nos decía «vete a zurrir mierdas con un látigo»-, la coherencia de la mano de su madre -«si una madre siempre es pesada, imagínate si además es maestra»- y vive de la mano de una esposa que le acompaña desde antes de la fama -«es maestra infantil, por eso me entiende bastante bien»-. Tras estudiar Bellas Artes, suspendió oposiciones, menos mal, y se lanzó a la capital. «Yo sólo quería ser ilustrador».
Pero además de dibujar, empezó a decir chorradas, y a base de ser el graciosete del grupo llegó a Paramount. Le ofrecieron un programa que después de cinco años se transformó en Muchachada Nui en La 2. Para rato, espera.
¿La clave? Se dice en pocas palabras: «Está en el equilibrio. Si todo es sal gorda, la cosa pierde eficacia, hay que combinar con la fina. Y si sólo te ríes en una dirección, te pierdes mucho». Porque él es de izquierdas, pero disfruta de que sus amigos de izquierdas le reprochen que también se ría de la izquierda.